Hoy, a más de un año del inicio de la
pandemia… aún hay muchas preguntas en el aire. Las familias siguen acomodándose a cambios constantes y aún tenemos la esperanza de regresar a la “normalidad”...esa que se construye, destruye y vuelve a construir casi cada día.
¿Qué es la “normalidad”? ¿Qué de la “normalidad'' extrañamos?
Apenas hemos encontrado un poco de comodidad en algo... el siguiente cambio está tocando a la puerta. Tal vez nos dimos cuenta que necesitábamos practicar más las habilidades que la prisa te da chance de posponer: la capacidad de contemplar, de sorprender, de valorar, de agradecer… de aceptar la realidad tal cual es.
Y es que no fue hasta que esta crisis nos exigió poner en práctica herramientas o estrategias -de esas que no te enseñan en la escuela, ni te exigen en un trabajo promedio- que reflexionamos sobre lo que hemos estado priorizando todo este tiempo.
¿Qué importa hoy?
Piensa en la educación académica que recibiste, en la que recibió el resto de tu familia, en la que estás dando a tus hijos… Hasta hace pocos años, las prioridades estaban claramente dirigidas hacia la enseñanza y la transmisión del conocimiento (a veces sin espacio para analizar, digerir o aplicar). Lo que la pandemia nos obliga a evaluar no tiene nada que ver con conocimiento duro:
¿Salgo a trabajar con el riesgo de enfermarme o me quedo en casa con el riesgo de perder mi trabajo?
¿Consigo o espero una vacuna?
¿Priorizo a mis empleados o a mis clientes?
¿Educo o crío a mi hijx?
Y aunque muchos de estos cuestionamientos que nos hicimos tienen muchas aristas y matices, conviene visualizarlos en vez de en blanco o negro, en gamas de grises con sus peculiaridades. Antes de esta crisis, ¿cuántas veces tuvimos la posibilidad de practicar esta toma de decisiones compleja y creativa? ¿No hubiera sido más llevadero experimentar a escala y llegar acá con cierta práctica?
El distanciamiento social nos arrebató muchas oportunidades de mantener (y en el caso de los niños desarrollar) las habilidades blandas que retos como el que hoy enfrentamos requieren: empatía, solidaridad, búsqueda del bien común, manejo de tiempo, flexibilidad mental, adaptabilidad, solución de problemas, toma de decisiones, creatividad, perseverancia ante tanto duelo y tal vez la más importante: manejo del riesgo.
Sin embargo, a algunos la pandemia les regaló la oportunidad de hacer conciencia e involucrarse en su propia vida para protagonizarla. Algunos empezaron a convivir más. Algunos empezaron una vida más saludable. Algunos se dieron tiempo para hacer las cosas que aman.
Algunos estudiantes tuvieron la oportunidad de involucrarse, por primera vez, en su proceso de aprendizaje. Por supuesto, escuelas, maestros y padres han sido pieza clave en que esto sea posible desde la priorización del contenido académico hasta el acceso a la tecnología. Estos estudiantes han tenido una oportunidad de oro que ninguno de nosotros tuvimos antes: tomar decisiones sobre su propia vida en un entorno complejo y sumamente fértil para la creatividad. No podemos fallarles. Aprendieron a copiar, a repetir, a memorizar, a hacer todo aquello que la tradición hacía funcional. Hoy saben organizar su día, hoy se involucran en actividades en el hogar, hoy conviven con la incertidumbre, hoy negocian con sus familiares, hoy comprenden mejor sus responsabilidades, hoy saben que lo que hacen impacta a la sociedad, hoy están pendientes de su salud...hoy están más involucrados que nunca en su desarrollo. Hoy los alumnos están listos para una educación alternativa, progresista… ¿Estamos listos? Hoy no podemos fallarles.
-Nos encanta leerte, escríbenos con tus ideas.
Ale Urbán
Psicóloga
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